Avui he tingut l'immens honor de presentar el XVIII Coloquio de Historia de la Educación. Per a algú com jo, a qui la vida en el seu joc aleatori ha deixat caure al costat de la ciència, transgredir els límits d'allò que es suposa que és el nostre àmbit de coneixement és una experiència similar a la d'un indi ianomani al bell mig de la ciutat de Sao Paulo o la d'un broker de la City mirant de cercar aigua al desert de Namíbia. En aquest exercici, gairebé iniciàtic, he pogut gaudir de manera intensa de l'excelsa conferència inaugural del Dr. Conrad Vilanou, qui ens ha dissertat sobre la influència de l'estètica en la concepció de l'educació del segle XX i anteriors. Ens ha relacionat Balmes, Zweig, Maurois, Machado, Montaigne o, sobretot, Goethe entre molts altres però també Miró, Kandinski o Klee amb els seus propis records nostàlgics d'El món d'ahir, i ens els ha encarat a la mort de les humanitats a la que s'enfronta el món d'avui, que ha definit com postmodern, posthumanista i postorgànic (això darrer encara ho haig de pair). Del pessimisme n'ha tret una erudita lliçó d'humanisme i el públic s'ha pogut arraulir còmodament a les seves cadires de l'aula magna de la UVIC-UCC per aprofundir en les lectures passades del nostre ponent sense que l'importés el marc espaial ni temporal, talment com un Darrell Standing qualsevol sortint de la seva cel·la de San Quintín per reviure vides passades.
La meva ingènua presentació del coloquio en representació de la UVIC-UCC uns minuts abans ha quedat afortunadament eclipsada per la magnífica ponència del Dr. Vilanou. Tot i així, i en benefici de futurs patidors de les meves presentacions, la transcric per assegurar que no podré repetir-me (massa) en el futur:
"Apreciados Presidente de la Societat d’Història de l’Educació dels Països de Llengua Catalana y Presidenta de la
Sociedad Española de Historia de la Educación. Apreciado Decano de la Facultad de Educación, Traducción y Ciencias Humanas de la Universitat de Vic –Universitat Central de Catalunya. Compañeros, colegas. Bienvenidos a nuestra
universidad, que gratamente os acoge en este XVIII Coloquio de Historia de la
Educación.
Este coloquio es posible gracias a la
colaboración del Centre d’Arts Contemporànies de Vic, el Museu Universitari Virtual de
Pedagogia, y el Centre d’Innovació i formació en
Educació de la UVIC-UCC. Además, el coloquio ha
podido contar con el impulso, el entusiasmo y la implicación de los miembros
del Grup de Recerca Educativa de la
Universitat de Vic (GREUV), así como con los demás miembros del
comité científico y del comité organizador.
Me complace ver que en un momento en el que
parece que las tecnologías ocupen el espacio de discusión en todos los ámbitos
del saber, este congreso apuesta en esta edición por profundizar en el papel de
las humanidades en la educación, y en especial el de la literatura y el arte. Sin
ser ningún experto en el tema, sí que como ciudadano constato cuán extendida está la visión de
que la educación debe centrarse en las capacidades técnicas más que en el
desarrollo intelectual, y dicho desarrollo se considera restringido a ámbitos
organizativos residuales como cátedras o departamentos escondidos en nuestro sistema educativo
que poco tienen que ver con la evolución natural de la sociedad.
En paralelo, curiosamente, esta sociedad reclama cada vez
más mayor protagonismo en la toma de decisiones. Ejemplos como el congreso de Economía Feminista que tuvo su sede en esta universidad la semana pasada, con una
importante aportación de problemáticas y sobretodo soluciones desde la sociedad
civil, nos confirman que el progresivo abandono de las humanidades como eje
vertebrador de unas sociedades más equitativas no está justificado. Las humanidades
en educación deben retomar su papel central, seguramente adaptadas a los
cambios de la sociedad, pero liderando la formación de hombres y mujeres
libres y con pensamiento crítico que les coloque por encima de las fluctuaciones
del mercado y los avances constantes y abrumadores de la ciencia y la
tecnología.
Las humanidades dignifican lo humano y la
educación pretende formar seres humanos integrales. Por ello la discusión no se debe ceñir a qué porcentaje horario hay que destinar a las humanidades en la
enseñanza sino al hecho que las humanidades deben ser la base de la propia
enseñanza. No formamos técnicos deshumanizados, sino Personas, ante todo esto,
que adquieren conocimientos que les pueden ser de utilidad en el futuro. Para formar
personas no es suficiente con proveer contenidos, necesitamos tener presente el
continente.
Reivindicar el papel de las humanidades
debe hacerse desde la reflexión y el debate, y este coloquio sin duda
favorecerá esta labor. Sólo así podremos transcender de la discusión de
presupuestos, horarios, títulos de asignaturas y materias o estructuras
académicas. Las humanidades lo impregnan todo, pues es en el mundo educativo como
un todo en el que perseguimos esta integridad de las personas que formamos. Soy
consciente de que no corren tiempos demasiado felices para la enseñanza de las
humanidades. Se valoran como existentes a priori, con suerte, o bien
simplemente accesorias. De algún modo hablamos del sujeto como caja abierta a
rellenar de conocimientos durante toda su trayectoria educativa, con el fin de
colocarlo en un mercado que lo clasifique de forma natural a partir de la
capacidad de haber incorporado dichos conocimientos. Crear sujetos programados
para la supervivencia, más allá de la cooperación o, como mucho, sujetos que
usan las técnicas relacionales como meras herramientas de mejora laboral. No sin cierta tristeza oímos cada vez más que
a las personas se las contrata por sus aptitudes, y se las despide por sus
actitudes. Parece que todo objetivo de la educación deba ser dar herramientas
de supervivencia en el mercado del trabajo. En contraposición, la lógica nos habla
de que debemos pensar el individuo como parte del colectivo, y para él la
educación en humanidades supone una inyección de compromiso con el planeta.
Por otro lado, desde el vice-rectorado de
Investigación, la UVIC-UCC muestra un férreo compromiso con el desarrollo del
estudio humanístico. Así, más allá del número creciente de grupos de
investigación consolidados en el ámbito de esta universidad, está en debate la
creación de un centro de investigación en humanidades que englobe las
iniciativas de estos grupos y de cátedras diversas. Espero que en pocos meses
podamos dar un impulso definitivo a esta preciosa inciativa en la que el decano
Joan Soler tiene un peso relevante. La Universitat de Vic – Universitat Central
de Catalunya está en pleno proceso de eclosión, y en su ambición por
convertirse en una estructura referente del pensamiento crítico e informado en
el país tiene sus puertas abiertas a la colaboración estatal e internacional,
también en el campo de la historia de la educación.
Estoy seguro que este coloquio despertará
muchas inquietudes intelectuales y sociales entre los participantes, y sólo
espero que seáis proactivos en la diseminación de vuestros debates y
conclusiones. Y si para ello hay que usar la tecnología (léase
redes sociales), bienvenida sea!
Os deseo un tiempo de reflexión profundo y
que el Coloquio ayude a repensar las estrategias educativas a partir del
conocimiento de su historia. Bienvenidos a Vic y que disfrutéis de estos días de
frescor primaveral."